El Cor Vivaldi, dirigido por Óscar Boada |
Para cualquier músico, actuar en el Liceu es un verdadero sueño. Los jovencísimos componentes del Cor Vivaldi no solo convierten este sueño en realidad a edades muy tempranas, sino que además lo compatibilizan con proyectos de música coral de alta envergadura.
El director de la formación, Óscar Boada, nos habla del doble reto que ha afrontado el coro este mes de abril: actuar en la ópera Carmen del Liceu y preparar el exigente repertorio que presentan en concierto este sábado día 25 en el Auditori Axa. No nos resistimos a hablar con Óscar Boada de otras muchas otras cosas: el proyecto educativo que es el Cor Vivaldi, sus ideas sobre cómo educación musical y su propia trayectoria al frente de uno de los coros de voces blancas de referencia en Europa.
Barcelona Clásica: ¿Cómo surge el proyecto que presentáis este sábado y qué repertorio presentaréis?
Óscar Boada: El Cor Vivaldi fue el primer coro del país en tener un ciclo propio… ¡y es un coro escolar! Estamos ya en la decimotercera edición de ciclo. Hacemos cuatro conciertos al año y, en esta ocasión, estrenaremos una obra muy original: Constel.lacions, de Mariona Vila. Es una obra encargada por el Cor Vivaldi para 24 voces, lo que la convierte en la obra para mayor número de voces blancas nunca escrita. Es muy difícil. Si conseguimos sobrevivir, la acompañaremos de canciones para coro y piano de Debussy, una preciosa misa para coro y campanas de Bernat Vivancos, un difícil y bellísimo Ave Maria del ruso Podgaits y las inspiradas Litanies de Francis Poulenc. Es un programa para los amantes de la música coral más bella.
B.C. Y, sobre vuestro compromiso en el Liceu, ¿es la primera vez que afrontáis el reto de cantar el coro infantil de Carmen ?
O.B. No, no es la primera vez. Pero, para un coro de nuestras características, Carmen es, más que un reto, un gran honor. Es
un trabajo pequeño, pero tal y como me recordaba siempre la cantante
Maria Àngels Sarroca, mi profesora, "cuando el telón se alza, se alza
para todos" y todos, absolutamente todos… ¡somos Carmen!
B.C. ¿Cómo se prepara un proyecto de este calibre con un coro de niños?
O.B. Nuestra intervención en Carmen no es un reto técnico. Aun así, hay que cantar donde el director de escena quiere (¡siempre lejos, ay!), hay que seguir el tempo del maestro y hay que interpretar tal y como desean los responsables de la producción. Si todo ello unimos la pronunciación francesa, hay que ensayar y ensayar hasta que sale perfecto. O, mejor todavía, como decía Isaac Stern, hay que practicar hasta que el error sea prácticamente imposible. En música, y mucho menos en el Liceu, no hay nada fácil que no merezca ser trabajado a conciencia.
B.C. ¿Qué características tiene el coro de niños de Carmen?
O.B. Normalmente, los coros infantiles de óperas no son difíciles. Aportan, más que nada, pinceladas de gusto popular... Pero ya se sabe que las cosas pueden hacerse bien o muy bien, tal y como le gusta recordar al maestro Manuel Cabero. Y a nosotros nos gusta más la segunda posibilidad. Si tuviera que mencionar una dificultad, diría que la pronunciación francesa es exigente para nuestros niños, para quienes el francés como una especie de lengua exótica. Bieito, el director de escena, hace salir los niños por detrás del escenario, lo que incrementa también la dificultad rítmica, puesto que la orquesta y el director se hallan muy lejos.
B.C. Por tener un coro de niños, ¿Carmen puede servir para iniciar al público infantil en la ópera? Pero el argumento no es precisamente "para niños". ¿Qué opinas?
O.B. Por mucho coro infantil que haya, no es suficiente atractivo para los niños de hoy en día, que están acostumbrados a un ritmo frenético muy diferente al de la ópera romántica. Luego tenemos el argumento: celos, asesinato, violencia, pulsión sexual presente durante toda la historia.... No me atrevería a recomendar Carmen para iniciar a los niños al mundo de la ópera. El mejor inicio podrían ser las pocas óperas infantiles que hay en el repertorio, preferentemente interpretadas por niños, como hacemos nosotros: Hänsel und Grettel de Humperdink, L'enfant et les sortilèges, de Ravel, Els cinc dits de la mà de Garcia Demestres, algunas adaptaciones de clásicos como la Flauta Mágica.... Por cierto, este mes de junio volveremos a dar una ópera de Giancarlo Menotti, Chip and his dog, que el Cor Vivaldi estrenó en España hace ya veinticinco años.
B.C. ¿Qué proyectos os esperan de aquí a finales de temporada? ¿ya tenéis algo en mente para la próxima temporada?
O.B. Nos esperan las funciones de Carmen, así como el estreno de Chip and his dog, de Menotti, el 28 de junio. Paralelamente, celebraremos algunos conciertos en el Auditori de Sant Cugat, en Saldes y en Vic. La próxima temporada ya está diseñada y será muy prometedora. Podemos avanzar las dos funciones en el Liceu con Els Pastorets de Guinovart, con la Orquestra Sinfònica del Gran Teatre, que tendrán lugar en diciembre de 2015 y que recomiendo muy vivamente. La obra es preciosa y el espectáculo, simplemente perfecto para las Navidades.
B.C. ¿Cómo describirías la sonoridad del Cor Vivaldi?
O.B. Cada coro tiene su sonoridad, fruto de la orientación que su director le quiera dar. De hecho, la sonoridad dependerá de su propia capacidad de audición: si no oye bien los graves, inconscientemente buscará un tipo de sonoridad más grave y, si no oye bien los agudos, compensará por el otro lado.... En todo caso, pienso que la sonoridad del Cor Vivaldi es muy personal, muy redonda, contundente… No parecen niños. También es muy expresiva, dúctil y muy mediterránea: no tiene nada que ver con la sonoridad nórdica.
B.C. ¿Cuál es el perfil habitual de los niños que componen el Cor Vivaldi?
O.B. Son niños y niñas absolutamente normales y no especialmente dotados, que deciden dedicar una gran parte de su tiempo a su perfeccionamiento musical y personal a través de la música coral. De todos ellos procuramos extraer lo mejor. Si lo conseguimos o no, el tiempo lo dirá. Tengo que reconocer abiertamente que, ahora más que nunca, estamos nadando contracorriente. Y puedo asegurar que cuesta mucho nadar y mantenerse a flote. Les exigimos concentración y comportamiento intachable en ensayos, trabajos, conciertos y viajes. Nuestro objetivo es la perfección constante y, hoy en día, esto puede sonar un tanto quijotesco.
Óscar Boada, director del Cor Vivaldi |
B.C. Nos gustaría saber algo de ti. ¿Cuándo empieza tu trayectoria musical? ¿Y en qué momento decides especializarte en dirección coral?
O.B. Pues ya hace unos años de esto.... Nos remontamos a cuando tenía ocho años de edad. Mi madre creía ver en mí unas condiciones musicales que nadie más observaba, y me insistió hasta que empecé a estudiar piano.
La dirección coral llegaría más tarde, sobre todo a partir de mi asistencia a un Concert de Sant Esteve del Orfeó Català en 1978. Yo, hasta entonces, tenía una visión de la música coral como una cosa muy aburrida. Después de eso, canté en el coro del Orfeó y fui su pianista durante trece años. Siempre digo que durante este tiempo aprendí el oficio. No hay nada mejor para aprender que "estar dentro, pero no mucho": así puedes guardar una cierta distancia. Aprendí la mayor parte de cosas con los maestros Simon Johnson y Jordi Casas, y también con los maestros que periódicamente nos visitaban: Mehta, Comissiona, Colomer, Mas, Jurgen-Jurgens o Hitchkocks, por citar algunos… ¡Fueron unas magníficas guindas para mi pastel!
B.C. ¿Fuiste también cantante de niño?
O.B. Me gustaba cantar, tenía buena voz y afinaba, pero no fui encaminado hacia el mundo del coro de voces blancas. Sí es cierto que durante un tiempo participé en un coro de niños que dirigía Mariona Blasco, una estupenda pianista y directora y madre de Mariona Vila. Pero no fue por mucho tiempo...
B.C. ¿Recuerdas algún momento especial de tu trayectoria con el Cor Vivaldi?
O.B. Citaría nuestras últimas actuaciones en el Liceu con Els Pastorets de Guinovart. Es un gran lujo estar en el mismo escenario que pisan las mejores estrellas del mundo. ¡Y allí estás tú! También la concesión de la Creu de Sant Jordi el año 2013 y las brillantes actuaciones en el concurso de Tolosa y en el de Tours el año pasado, premiado con un aplauso incontenible por parte del público cuando, en teoría, no era posible aplaudir hasta el final de la actuación. ¡Cuando el público está contigo, vuelas en una alfombra mágica!
B.C. ¿Se puede hacer algo más en educación musical que lo que se está haciendo ahora? ¿Por dónde empezaríamos a mejorar?
O.B. Mi visión es más bien pesimista en este terreno. ¿Cuántas de nuestras escuelas pueden ofrecer a sus alumnos la participación en una orquesta o en un coro? ¿Cuántas de ellas ofrecen una enseñanza musical que no sea un mero divertimento? ¿Cuántas tienen profesores de música con un perfil artístico de peso? Llevamos ya cerca de 25 años desde que se instauró la música como materia obligatoria en todas las escuelas del país y sigue siendo una "maría". Un país que no entiende que música y literatura son igual de importantes o que Velázquez no es superior a Falla o Tomás Luis de Victoria es un país al que le faltan entender aún muchas cosas.
B.C. ¿Por dónde empezaríamos a mejorar?
O.B. ¡Por el principio, naturalmente! El cultivo de la música puede ayudar a nuestros alumnos a entender el proceso de repetición ordenada absolutamente necesario para obtener los objetivos deseados en cualquier campo. Y, lo que es más importante aún, pueden aprender a conseguir la satisfacción progresiva de nuestras aspiraciones. Schumann decía que no podemos alimentar a los niños solo con dulces. Enseñar música es enseñar a nuestros alumnos el valor real de la perseverancia.
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