Jaume Torrent |
Jaume Torrent es uno de los guitarristas catalanes con más presencia en los escenarios internacionales. A lo largo de su extensa trayectoria, ha actuado como solista de importantes orquestas sinfónicas con reconocidos directores. La experiencia más reciente ha sido su participación en el Festival
Internacional de Guitarra de La Habana, con la Orquesta Sinfónica
Nacional Cubana bajo la dirección de Enrique Pérez Mesa.
Pero,
paralelamente, ha desarrollado una intensa labor como compositor: es
autor de más de 200 obras para guitarra (entre ellas, el Concert de
Rialp, para guitarra y orquesta, que se interpretó en el concierto en Cuba). Además, ha conseguido desarrollar una técnica para guitarra que
permite conseguir una proyección de sonido superior a la que se obtiene
utilizando las fórmulas más divulgadas y tradicionales.
A
Jaume Torrent le podrá escuchar en Barcelona en concierto el 6 de julio
en el Institut d'Estudis Catalans, donde tocará las Dotze Cançons Populars Catalanes per a guitarra de Miquel Llobet. En Barcelona Clásica hemos hablado con él sobre su carrera y su
particular concepción de las grandes posibilidades de la guitarra como
instrumento.
Barcelona Clàssica: ¿Cómo fueron los inicios con la música? ¿Por qué la guitarra?
Jaume Torrent: Los inicios fueron como los de muchos niños de mi generación. En
los grupos de "esplai" siempre había alguien que cantaba
acompañado de una guitarra y eso me despertó las ganas de imitarlo. Empecé
a estudiar la guitarra, el único instrumento que podían comprar en
casa, la edad de 10 años con el maestro Gracià Tarragó, discípulo de
violín de Antonio Fernández Bordas, de composición de Vicente María de
Gibert y de guitarra de Miquel Llobet. ¡Toda una institución! Representaba
una forma de entender el compromiso personal con la música propia de
una época que aún se resistía a romper con las ideas del Romanticismo. Al cabo de un par de años, a los 12, experimenté los primeros síntomas
de una pasión por la música que desde entonces no me ha dejado de
acompañar.
B.C. Siempre tuviste claro que sería músico profesional o hubo un momento clave que te hizo tomar la decisión?
J.T. Lo
que se manifestó en mí de forma muy intensa fue la vocación, que es lo
que ha marcado toda mi trayectoria, hasta tal punto que me atrevería a
afirmar que siempre ha estado por encima de la profesión. ¿En qué sentido lo digo? Pues
así como la profesión tiene altibajos (momentos de más éxito que otras,
épocas de más y de menos actividad, contrataciones más o menos
frecuentes ...), toda la fuerza que he necesitado para mantener una
trayectoria estable ha surgido de la vocación, sin la cual, probablemente, hubiera podido echarme atrás.
B.C. La vocación por la composición, ¿estaba también desde el comienzo o llegó después?
J.T. Si bien empecé a componer muy joven, tuvieron que pasar muchos años antes de que osara autocalificarme de compositor. Para
mí, compositores eran Bach, Mozart, Schubert, Brahms, Debussy... ¿Cómo
podía considerar que mi actividad creativa era digna de ser calificada
con el mismo nombre que la suya? Bueno, con los años vas viendo las cosas de otra manera y, ahora,
cuando alguna vez reviso obras de mi juventud, identifico los mismos
rasgos que impulsan mi creatividad actual.
B.C. ¿Cuáles consideras que han sido los momentos clave de tu carrera?
J.T. Como
en todo proceso, hay momentos que, desde fuera, pueden parecernos más
importantes que otros: conciertos con repercusión mediática, el acceso a
determinados auditorios, actuar con determinadas orquestas y directores
... Pero, por encima de todo esto, hay algo que es mucho más importante: el día a día del esfuerzo, de la fidelidad a la vocación y de la búsqueda personal. Una verdadera carrera no es, ni más ni menos, que eso: un día a día imperturbable ante los desencantos y los éxitos.
B.C. ¿Cuándo empezaste a reflexionar sobre la necesidad de innovar en la técnica de interpretación de la guitarra?
B.C. ¿Cuándo empezaste a reflexionar sobre la necesidad de innovar en la técnica de interpretación de la guitarra?
J.T. Tradicionalmente, la guitarra se ha tocado desestimando una parte importante de su capacidad volumétrica. Las
diferentes escuelas se han mantenido en la convicción de que la
obtención de un sonido superior al convencionalmente aceptado implicaba
un ensuciamiento del sonido y una tensión muscular contraproducente. Yo
me cuestioné esta creencia muy pronto, durante la época de estudiante
en el Conservatorio y, ya entonces, procurando un sonido bien vigoroso,
inicié los primeros pasos para tratar de encontrar solución a ambas
objeciones. De hecho, el sonido que he llegado a conseguir con mi técnica permite
una mejor audición de la guitarra en los conciertos y una
estratificación más clara y amplia de las dinámicas, lo que implica un
incremento de su capacidad expresiva.Por
otra parte, otro aspecto que destacaría, como fruto del estudio de las
muchas partituras que a lo largo de los años me han interesado, es el
que hace referencia al desarrollo de una metodología que permite la
asimilación de una partitura, a través de una mecanización rápida y consciente de los
recursos técnicos y de la asimilación de los rasgos musicales
esenciales.
J.T. Sólo
puedo decir que mis discípulos gozan de una comprensión de las leyes
que gobiernan la técnica que les proporciona una autonomía y una
seguridad que no tendrían si partieran de una práctica de asimilación
basada en la repetición obsesiva de los pasajes con dificultad. Cada vez más, recibo correos de guitarristas de todo el mundo interesados en conocer detalles de este método.
B.C. A nivel internacional, ¿qué reacciones has detectado de tu propuesta interpretativa?
J.T. Muy variada. Como todo lo que cuestiona una forma de hacer institucionalizada y el determinado "status" de un colectivo, crea por un lado adeptos y, por otro, detractores. Pero, para mí, es muy positivo comprobar que el interés de conocer esta metodología crece día a día.
J.T. Muy variada. Como todo lo que cuestiona una forma de hacer institucionalizada y el determinado "status" de un colectivo, crea por un lado adeptos y, por otro, detractores. Pero, para mí, es muy positivo comprobar que el interés de conocer esta metodología crece día a día.
J.T. Excelente. Fui a Cuba contando con el interés que tanto la
organización del Festival como el director de la Orquesta Sinfónica
Nacional de Cuba, el maestro Enrique García Mesa, tuvieron para
programar la obra dentro de su Festival y contribuir de esta manera a la difusión de un concierto nuevo que
consideran importante dentro del repertorio de conciertos para guitarra.
B.C. Cuba
y Catalunya siempre han sido países donde la guitarra clásica ha sido
uno de los instrumentos de referencia al patrimonio musical. Pero,
ahora, en Catalunya, parece que el número de estudiantes de guitarra en
los conservatorios decae y los conciertos atraen a pocos melómanos
locales. ¿Cómo está la situación en Cuba?
J.T. Vivimos en un mundo absolutamente condicionado por las leyes del mercado. La música clásica, desde hace años, ha entrado en la misma dinámica comercial que cualquier otro producto vendible. La
guitarra, desde el punto de vista de los intérpretes y de su
repertorio, está al mismo nivel que los instrumentos más valorados, sin
embargo, por sus características sonoras, no tiene capacidad de
convocatoria para los grandes auditorios. Y es por eso que las grandes agencias de promoción y los programadores
no pueden obtener el mismo rendimiento que sacan, por ejemplo, con el
piano.Esta
exigencia de rentabilidad no se produce de la misma manera en un país
que se mueve por unos parámetros económicos diferentes a los nuestros,
como es el caso de Cuba, donde, además, la cultura tiene una función
social muy diferente. Ambas cosas explican, desde mi punto de vista, la participación masiva
de un público intensamente motivado a los conciertos de guitarra del
Festival Internacional de Guitarra de La Habana.
Por
otro lado, y volviendo a casa, cuando en los años 70 y 80 hubo figuras
que focalizaban el interés de una audiencia mayoritaria, que, en gran parte,
no procedía del público melómano, no se supo aprovechar el momento para consolidar la presencia de la guitarra en las programaciones habituales de conciertos. Si
la falta de proyección sonora podía ser un motivo, también me parece
que el abuso en la utilización de un repertorio basado en transcripciones de obras de piano o de violín, por
ejemplo, no favorecía en nada su integración de la guitarra en el marco de los instrumentos "cultos". ¿Cómo se puede integrar en el mundo de la música un instrumento
melódico y armónico como es la guitarra, si no es aportando un
repertorio escrito desde el propio instrumento y por el propio
instrumento?
B.C. Con el estreno del Concert de Rialp dijiste que habías conseguido hacer realidad el sueño de componer un concierto para guitarra y orquesta. ¿Qué sueños tienes ahora pendientes?J.T. Cada nueva obra responde a un reto específico. El Concert de Rialp significó mi entrada en el mundo sinfónico y desde entonces se han multiplicado las propuestas para componer música de cámara y sinfónica, sin dejar de lado la composición de obras para guitarra. Hace unos meses estrené una cantata (Prec eixut de Nadal) para coros y orquesta sinfónica sobre poemas de Narcís Comadira. En junio me estreno un cuarteto en San Francisco y para el año próximo tengo que escribir un concierto para dos guitarras y orquesta por encargo de la Orquesta Filarmónica de Querétaro (México). Por lo tanto, puedo decir que estoy muy ocupado, pero también muy ilusionado.
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