Joel Prieto. Foto: Félix Broede |
A pocos días
del estreno de la nueva producción de Cosí fan tutte en el Gran Teatre
del Liceu, Barcelona Clásica habla con uno de los protagonistas del primer
reparto de la obra: el tenor Joel Prieto. Nacido en Madrid y de nacionalidad
española y puertorriqueña, Joel apenas rebasa la treintena, pero cuenta con una
fulgurante trayectoria profesional como tenor mozartiano en los principales
teatros de ópera del mundo.
Formado
entre Puerto Rico, Nueva York, París y Berlín, en su carrera
ha tenido un papel clave el mismísimo Plácido Domingo, quien lo descubrió en una representación
de Luisa Fernanda en Viena y le animó a presentarse al concurso
internacional de jóvenes cantantes Operalia. Joel se alzó con el primer premio
de la edición 2008, lo que supuso su lanzamiento al estrellato.
Barcelona
Clásica: Empezamos por el principio... ¿Como comienza tu afición a la música
Joel
Prieto: ¡Pero para
eso tenemos que ir muy al principio! [Ríe] Parece que cuando estaba en la
barriga de mi mamá, ella escuchó mucha música de Mozart. Mi padre y mi abuelo
también eran muy aficionados a la música clásica. Cuando tenía dos años, se
dieron cuenta de que me aprendía la música de memoria. A los cuatro años, pedí
un violín; me regalaron uno de juguete y me enfadé tanto que tuvieron que
reunir dinero entre varios familiares para comprarme uno de verdad. Ahí empezó
todo.
B.C. ¿Estudiaste
en España o en Puerto Rico?
J.P. Mis padres se conocieron en Madrid,
pero a los pocos años nos fuimos a Puerto Rico. Fue allí donde empecé con el
Coro de Niños de San Juan, con una directora que había estado estudiando con el
coro de niños de Viena. Nos hacía un entrenamiento intenso y muy auditivo.
B.C. ¿Recuerdas
alguna anécdota de aquella época?
J.P. A los ocho años fui parte del coro
de niños de La Boheme, en una representación que se hizo en San Juan de
Puerto Rico con Mirella Freni. El poder, la belleza y lo sublime de aquella voz
me impresionaron tanto que le dije a mi padre que quería ser cantante de ópera.
Además, me parecía muy divertido todo el componente teatral de la obra:
disfrazarme, saltar, hacer travesuras... Me lo tomé muy en serio. Seguí
estudiando violín, pero sentía que el canto me daba más.
B.C. ¿Cuándo
empiezas los estudios de canto?
J.P. De niño, le rezaba a Dios porque
quería tener voz de tenor, no barítono ni bajo.
El primer día de clase de canto, con quince años, cuando el profesor me
dijo que era un tenor, ¡casi me muero! Salí gritando a mi padre: "¡Soy
tenor, soy tenor!" Me metí de lleno a estudiar mi voz.
B.C.
Desde Puerto Rico, ¿cómo continúas tus estudios?
J.P. Me fui a Nueva York, donde empiezo a
conocer los estilos de los cantantes. Todos los profesores coinciden en que,
para mi estilo de voz, Mozart es perfecto, y es justo la música que más me
gustaba. Siento que se cierra un círculo y que, tras mi infancia, Mozart vuelve
a mi vida.
Representación de La finta giardiniera en el Festival de Glyndenbourne |
B.C. ¿Cuándo
das el salto a Europa?
J.P. Nueva York me dio la técnica, pero
tenía hambre de profundizar en técnicas interpretativas. Mi profesor y yo
decidimos que lo mejor era venir a Europa y, con 23 años, me aceptaron en el
Opera Studio de París, en un programa a medio camino entre lo formativo y lo
profesional. Me di cuenta que tenía mucho que aprender, porque cada autor se
canta de una manera distinta. De París salí con mi primer papel: el Tamino de La
flauta mágica para una producción en la Deutsche Oper de Berlín.
B.C. ¿Supuso
un paso adelante claro?
J.P. Fue mi doctorado. Sentí un cambio de
nivel. La preparación del papel fue una metamorfosis: yo, un puertorriqueño-español,
cantando en alemán para alemanes. Todavía llevo dentro aquel momento mágico y
todos los días tengo que agradecer aquella oportunidad.
B.C.
Pues lo debiste de hacer muy bien, porque te "ficharon" para la
Deutsche Oper...
J.P. Me dieron un contrato de verdad y
estuve un año. Allí aprendí toda la parte profesional del trabajo de cantante:
cómo se mira al director, cómo cantar en conjunto, cómo dar tus propias
opiniones al equipo e incluso cómo decir que no. Fue una etapa de enorme
crecimiento profesional.
B.C. ¿Dónde
conoces a Plácido Domingo?
J.P. Me salió un contrato en Viena para
la zarzuela Luisa Fernanda para el papel de Saboyano. Allí estaba Plácido
Domingo. Él, que me llamaba amistosamente "Cebollino", en lugar de
Saboyano, me propuso que me presentara a Operalia, el concurso internacional
para jóvenes cantantes que él promueve. Yo dudé: "Maestro, es que mi
carrera ya ha empezado", le dije. Pero me convenció.
B.C. ¿Y
cómo fue tu participación en el concurso?
J.P. Me clasifiqué para la final pero,
honestamente, esperaba quedar en tercer lugar. Cuando el jurado dijo que yo era
el ganador, no lo podía creer: los compañeros tuvieron que sujetarme. Y ganar
Operalia marcó un cambio total en solo seis meses.
B.C. ¿En
qué sentido?
J.P. Fue una bendición, pero también me
di cuenta de que he de ser un estudiante eternamente. Antes pensaba que saldría
de los estudios convertido en Pavarotti; pero esto no funciona así.
B.C. ¿En
qué sitios empiezas a actuar tras ganar Operalia?
J.P. El Convent Garden, Washington,
Salzburgo, Munich, la StaatsOper... Mi carrera pasó a ser verdaderamente
internacional. Todo han sido
experiencias fantásticas.
B.C. ¿Has
actuado previamente en España?
J.P. He estado con Falstaff en el
Liceu, en el año 2012. También he hecho el papel de Ferrando en el Palau de les
Arts de Valencia, en el 2009. En diciembre, estaré en el Teatro Real de Madrid
con La flauta mágica.
B.C. ¿Has
vuelto a tener contacto con Plácido Domingo?
J.P. Nos hemos mantenido en comunicación.
Él me vino a ver a Valencia y yo fui a verle en Los Ángeles. Plácido Domingo es
mi modelo musical, artístico y personal. Él tiene tanto que dar que no le
importa que otros estemos encima de su suelo. Y los dos compartimos raíces muy
profundas.
Joel Prieto, caracterizado como Ferrando en un montaje de Cosí fan tutte |
B.C. Háblamos
de tu papel en Cosí fan tutte.
J.P. El papel de Ferrando es uno de los
que más veces he hecho y es uno de los más italianos de Mozart: quizás por esta
raíz latina es por lo que me gusta tanto. Se parece mucho a la escritura
belcantista, en la que la claridad es muy importante. El papel reúne una parte
de trabajo vocal, una parte de pasión, una parte de humor y una parte de mucho dolor. Es bastante
complejo, y además evoluciona profundamente
durante la obra.
B.C.
Como amante de la ópera desde edad muy temprana, ¿qué crees que se puede hacer
para acercar más este género a los jóvenes?
J.P. En Estados Unidos se proyectan óperas
al aire libre, como si fuera cine, y así se ofrece ópera gratis a personas que
no han vivido nunca esa experiencia. Y, cuando algo es bueno, llega a la gente.
La ópera sigue plenamente vigente hoy en día. Lo que es sublime, es sublime.
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