Emili Brugalla y Vesko Stambolov son los componentes del dúo de pianistas que hoy actúa en el Conservatorio del Liceu. El repertorio incluye obras de Ravel y de Bartok y, como gran novedad, un estreno: el Wind...Chimes! que ha compuesto para ellos Josep Maria Guix. Asimismo, les acompañan los percusionistas Ivan Herranz y Marc Cabero.
Ambos intérpretes cuentan con una larga y prestigiosa carrera. Emili Brugalla, además de profesor del Conservatorio del Liceu, es miembro fundador del Trio Kandinsky y ha actuado como solista con orquestas como la OBC o la ONCA. Por su parte, Vesko Stambolov ha conseguido una gran repercusión con sus interpretaciones de Bach. Ambos han conseguido hitos para cualquier músico como aprender junto a Maria Joao Pires (Emili Brugalla) o actuar en el Musikverein de Viena (Vesko Stambolov).
Emili Brugalla nos cuenta el proyecto del dúo y qué ha supuesto para ellos preparar el estreno de Wind... Chimes!.
Emili Brugalla: El cuarteto de cuerda y el dúo de pianos son quizás las formaciones más difíciles en la música clásica por las cuestiones de equilibrio sonoro y por la "complicidad" que exigen de los músicos que las forman. Tiene que existir una "amistad musical" completa para tocar este repertorio… y una gran tolerancia física, sobre todo en caso del repertorio a cuatro manos, ya que se comparte un mismo instrumento.
El público suele apreciar mucho la belleza de este repertorio, aunque, desgraciadamente, muchos auditorios no cuentan con dos pianos y eso dificulta un poco su presentación.
B.C. Habladnos de vuestra trayectoria. ¿Sois una formación estable? ¿Cuáles son los principales hitos que habéis tenido?
E.B. Llevamos tres años tocando juntos. El repertorio de dos pianos o piano a cuatro manos es fascinante. Los mejores compositores han dejado un legado extraordinario en esta doble formación. El verano pasado tocamos juntos con la Orquesta de Cámara de Menorca los dos conciertos de Bach en do menor, sin director y con unos músicos totalmente entusiasmados por la interpretación camerística. Tenemos previsto el estreno de un concierto dedicado a Picasso con música de los ballets de Satie, Stravinsky y Falla, para los cuales el pintor creó la escenografía y el vestuario. Algunas de estas versiones estarán arregladas por nosotros mismos.
B.C. ¿Qué repertorio hacéis habitualmente?
E.B. Tocamos todo el repertorio, desde Bach a la música contemporánea. De hecho, no nos marcamos barreras estilísticas porque nos atrae "la música en sí" de cada época. Tampoco hay tantas diferencias entre los logros artísticos de cada tiempo. Varía la escritura, pero el contenido estético se actualiza por sí solo y se vuelve "contemporáneo" desde el momento en que se interpreta en vivo. Es magnífico mezclar músicas antiguas y modernas porque unas se "hablan" a otras en un diálogo intergeneracional muy enriquecedor.
B.C. En este concierto, incorporáis percusión. ¿Son colaboradores habituales o es vuestra primera experiencia con este acompañamiento?
E.B. El programa que tocamos jueves incluye la magistral Sonata para dos pianos y percusión de Béla Bartók. Es una obra en donde los pianos suenan casi a instrumentos de percusión, con lo que el conjunto se transforma en un cuarteto instrumental de percusiones diversas.
También interpretaremos la Suite Ma Mère l'Oye de Ravel, para piano a cuatro manos. Esta obra, que Ravel dedicó a dos niños amigos suyos, entra en un mundo mágico de sonoridades que evocan cinco cuentos clásicos. Aprovechando la percusión para la obra de Bartok, hemos añadido a esta Suite un acompañamiento sutil de percusiones basado en la orquestación que hizo el mismo Ravel de su obra.
Y, para contrastar estas obras maestras con una moderna, hemos pedido a Josep Maria Guix que compusiera para nosotros una pieza para dos pianos. Las tres obras dialogan maravillosamente entre ellas y permiten disfrutar al público de la alquimia tímbrica de todos estos instrumentos juntos, a veces poéticos, a veces jazzys y, a veces, de sonoridades bárbaras.
B.C. ¿Cómo describiríais Wind… Chimes!?
E.B. Es una obra que, pese a su aparente sencillez, entraña una gran dificultad de ejecución. La obra se basa en células musicales repetitivas ligeramente desplazadas entre un piano y el otro. Durante la ejecución, se produce a menudo un efecto de "trampantojo” (trompe-l'oeil) que puede "despistar" a los músicos si cada uno no está bien anclado en la pulsación y en su texto musical.
Para el público, este delay entre los pianos tiene un efecto hipnótico, lo que crea la ilusión de que el sonido de un piano se reproduce en eco en el otro. Este efecto, tecnológicamente, es relativamente habitual, pero al producirse de forma acústica y en vivo, la ilusión sonora es sorprendente.
B.C. ¿Cuáles han sido las principales dificultades técnicas de esta obra?
E.B. Juntar musicalmente dos pianos no es fácil tarea por la precisión que requiere en el aspecto rítmico por parte de los intérpretes. Un piano ya es un instrumento autosuficiente, así que dos pianos es como unir a dos orquestas. El efecto de ampliación sonora es tremendo.
Al mismo tiempo, es interesante buscar un diálogo entre estos dos "monstruos musicales". En el pasado, grandes compositores como Haendel y Bach rivalizaban desde el teclado como en un duelo para manifestar su autoridad. Aun así, Bach ha dejado conciertos bellísimos para dos pianos y orquesta que más bien expresan lo contrario: el diálogo desde la sutileza.
B.C. ¿Wind... Chimes! podría tener cabida en los circuitos comerciales?
E.B. Es una obra experimental para quien la ejecuta por todas las dificultades técnicas, pero suena "amablemente" al oído de quien la escucha. Josep Maria Guix juega con la esencia del sonido, rozando el "vacío sonoro" afín a la filosofía zen. Podemos incluso reconocer evocaciones de imágenes de campanas, sonidos acuáticos y movimientos del viento que nos acercan a la música contemplativa y espiritual.
B.C. ¿Cómo recomendáis a los espectadores que se preparen para la audición de la obra?
E.B. Wind... Chimes! habla por sí sola. Como en un poema japonés (un haiku), un cuadro de pintura china, una pared de mosaicos árabes, etc., cada uno puede ver y sentir lo que le parece. Es una "música espejo", que remite al museo imaginario de cada persona.
B.C. ¿Cuánto tiempo lleváis trabajando en la obra para su estreno?
E.B. Llevamos un mes ensayando, primero individualmente y luego los dos juntos para el ensamblaje. El estudio de una obra tan repetitiva en su escritura ha representado un desafío de concentración para nosotros. Es difícil conservar la atención en una música que se repite, aunque haya que hacerlo para aprender los diferentes pasajes. Hemos tenido que desarrollar una "relajación activa" para no bloquearnos. A mí me recuerda la experiencia de los cuencos tibetanos, en los que surge el sonido cuando uno se vuelve receptivo y ejerce la presión justa sobre el instrumento.
Josep Maria Guix nos ha llevado por un nuevo camino de trabajo: cuando se vencen las resistencias, uno se vuelve meditativo y es capaz de modificar los hábitos de aprendizaje una partitura desconocida. Todo ello nos incita a jugar con nuestro instrumento de una forma nueva e inspiradora.
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