Hugo Bolívar |
Habitualmente, las carreras de los músicos guardan muchas similitudes, pero siempre hay historias que rompen moldes, como es el caso de Hugo Bolívar. Nacido en 1985 en Graus, un pueblo del Pirineo aragonés, una serie de casualidades permitieron descubrir su talento como cantante a una edad muy temprana, mucho antes del cambio de voz.
Pero la precocidad, en el caso de Hugo, va acompañada de un enorme grado de madurez y de compromiso con la música. Decidió desarrollar su trayectoria profesional como contratenor. Tras estudiar en la ESMUC con Marta Almajano, se ha convertido en colaborador de formaciones de música antigua de toda Europa y ha conseguido debutar en espacios emblemáticos, desde el Palau de la Música Catalana al Teatro Real de Madrid, pasando por salas de Francia, Bélgica y Portugal.
El próximo 17 de febrero, Hugo Bolívar protagoniza la nueva edición de los Sopars Lírics, un recital organizado por los críticos musicales Roger Alier y Jordi Maddaleno que va precedido de una cena gastronómica en el Restaurante 7 Portes.
Barcelona Clásica: ¿Cómo fueron tus inicios en la música?
Hugo Bolívar: Con seis años, mi madre me preguntó si me apetecía aprender música y le dije que no, que yo prefería hacer judo, como la mayoría de mis compañeros de clase. No tardé mucho en arrepentirme. Lo del cambio de opinión es algo que me ha caracterizado siempre: pienso mucho las cosas y encuentro argumentos casi para todo… Así que le pedí que me apuntara a música.
B.C. ¿Y en el canto? ¿Por qué empezaste a cantar?
H.B. Todo empezó en la clase de lenguaje musical con mi profesora María Antonia. El aula estaba al lado del local donde ensayaba la coral del pueblo, Graus. Un día, cuando yo tenía unos doce años, el director, David María Tellechea, quien fuera presidente de la Federación Aragonesa de Coros, me escuchó y vino a invitarme a que cantara con ellos. Él fue mi primer profesor de canto: me animaba y me decía que debía dedicarme a esto. Tras el triste fallecimiento de David, vino a la escuela municipal de música de Graus Ana Gloria Corellano, con quien empecé a estudiar técnica. Ella me preparó para entrar en el grado medio en el Conservatori del Liceu, en Barcelona.
B.C. Mientras tanto, ¿qué te decían en casa?
H.B. Mis padres estaban atónitos, ya que ellos escuchaban mucha música, pero de otro tipo, como Freddie Mercury, Dire Straits, Mecano, Tina Turner, etcétera. Me obsesioné con la ópera y mi madre me empezó a comprar una maravillosa colección de CD con grandes títulos y producciones antológicas: La Traviata de 1958 con Callas y Kraus, Carmen con Obraztsova y Domingo... Son quince CD que guardo como oro en paño.
B.C. ¿Por qué decidiste convertirte en contratenor?
H.B. No es que lo decidiera; es que no tenía otra opción. Antes de mudar la voz, cantaba como soprano y, para mí, lo más natural era seguir cantando así. Siempre lo hice. Mientras estudié el grado medio, canté como tenor, pero nunca me sentí cómodo en esa cuerda. Quizás no quisieron verlo o no supieron cómo encaminarme. Mi grado medio fue tremendamente frustrante y lo pasé muy mal. Afortunadamente, Enric Serra, a quien guardo un cariño infinito, me apoyó y me orientó. Después de terminar el grado medio, hablé con mis padres y les expliqué la situación: “Pararé un año y me prepararé para entrar en ESMUC a estudiar música antigua como contratenor”. Y eso hice.
B.C. ¿Cómo explicas a amigos de tu edad qué es un contratenor?
H.B. Empiezo con lo de los “castrati” y acabo admitiendo que canto como una mujer, aunque con la voz muy grave. No es una definición acertada, porque yo creo que la vocalidad de un contratenor, en su tratamiento, debe ser masculina, pero es la manera más directa para que lo entiendan.
B.C. ¿Qué hitos han definido tu carrera como cantante?
H.B. Imagino que "hitos" han sido el debut en el Teatro Real con el Orfeo de Monteverdi, obra para la cual luego fui seleccionado como solista por la Académie Baroque d’Ambronay; la grabación en el Merano Music Festival para la Österreichischer Rundfunk del Oratorio per la Nascita del Redentore de G. Lulier; cantar junto a Al Ayre Español en lugares como el Auditorio Nacional; cantar Bach en el Palau de la Musica Catalana… La realidad es que, a nivel personal, todos los compromisos son “hitos”. Lo que más valoro de los proyectos es poder participar sintiéndome feliz y en un clima de humanidad, excelencia musical y amor y respeto por la cultura. En otras circunstancias. a mí no me sale a cuenta.
B.C. Posiblemente, el primero de estos hitos fue tu participación en el Orfeo. ¿Qué supone esta obra para ti?
H.B. El Orfeo marcó un antes y un después desde que tuve su partitura en mis manos. No diría que Monteverdi es mi compositor favorito, porque hay demasiada buena música como para elegir uno solo, pero él tiene algo que me conmueve profundamente. Me impresiona por su personalidad y por todo lo que hizo y lo que significó para el mundo de la ópera que hoy conocemos. El hecho de poder cantar el Orfeo en el proyecto pedagógico del Teatro Real y de ser seleccionado de nuevo para hacerlo por la Académie Baroque d’Ambronay en una gira maravillosa hace que asocie muy buenos recuerdos a este título. Lo he cantado muchas veces y en muchas salas y teatros en las que, cuando estudiaba el grado medio, nunca habría creído que un día podría actuar.
B.C. Has trabajado con Carlos Mena y Marta Almajano. ¿Son referentes para ti?
H.B. Ambos han sido profesores míos; en el caso de Carlos, de manera muy puntual, pero muy certera. No he tenido la oportunidad de cantar con él en el escenario, pero sería un placer, ya que es un referente obvio. Lo de Marta es diferente. Tengo discos suyos desde los catorce años y he estado enamorado de su voz desde el primer día que la escuché. Tenerla de profesora me ha aportado mucho a nivel técnico, aunque lo que más me ha marcado es su capacidad para hacer cosas bonitas: una hemiolia que tú has pasado por alto, un adorno precioso, un par de acentos bien marcados… ¡y magia! He podido hacer con ella un par de programas y cantar juntos en el escenario ha sido un sueño hecho realidad.
B.C. ¿Y qué otros referentes musicales y profesionales tienes?
H.B. Me fijo en cantantes como Barbara Bonney, Marijana Mijanovic o Sara Mingardo. Pero el caso es que he escuchado tantos que me resulta imposible redactar una lista de referentes, porque para mí lo son todos los que, de alguna manera, han conseguido una carrera larga y exitosa.
B.C. ¿Crees que el éxito de Philippe Jaroussky ha ayudado a conocer mejor el repertorio de los contratenores?
H.B. Posiblemente sí, claro. Aunque ni es el primer contratenor ni ha sido el único, esa imagen relajada y desenfadada, tan diferente a lo que la gente entiende por “música clásica”, habrá conseguido que más de uno sienta curiosidad por el repertorio.
B.C. En tu opinión ¿cuál es el gran atractivo del repertorio barroco? ¿Por qué crees que tiene tanto éxito?
H.B. Es una música fresca y, desde el punto de vista musical, es mucho más cercana a lo popular. En el caso de la música del primer barroco, resulta muy sencillo establecer paralelismos con el jazz o con la música actual. Pero, en mi opinión, la música de calidad tiene el poder de atraer al público, independientemente de su origen. Quizás lo que haya que plantearse es cómo ofrecer la música y cómo conseguir que el público pueda relajarse en un ambiente con una imagen tan severa y unas formas estrictamente ceremoniosas.
B.C. También existe la sensación de que al aficionado típico a la ópera (hablamos de ópera italiana, por ejemplo) le cuesta llegar al repertorio barroco. ¿Compartes esta idea?
H.B. Como te decía, yo empecé escuchando la gran ópera. Conozco a todos los grandes cantantes, las producciones, los directores de escena, las grabaciones... Iba al Teatre del Liceu a escuchar los dos o tres repartos de cada producción. Y, poco a poco, fui evolucionando hacia el punto en el que me encuentro ahora y que considero el origen de todo lo demás. Esta misma experiencia que yo he vivido podría pasarle a cualquiera. Lo que creo que ocurre es que cierta parte del público (que no es todo, ni mucho menos) solo quiere sus Traviata o sus Rosenkavalier… No necesitan nada más, aunque quizás esta no es la actitud que conviene al género.
B.C. ¿Qué repertorio has seleccionado para el Sopar Líric del próximo 17 de febrero?
H.B. Va a haber un poquito de todo: Monteverdi, Cavalli, Purcell, Handel, Schubert y Vaugham Williams. También haré un pequeño adelanto de un próximo proyecto: mi primer recital íntegro de lied junto a Francisco Poyato en Zaragoza.
B.C. ¿Qué otros proyectos futuros estás preparando?
H.B. Tengo conciertos en España, Bélgica y Francia, y también una residencia allí para trabajar en la recuperación de repertorio de música iberoamericana. Volveré al Festival de Música Antigua de Sevilla y al Palau de la Música Catalana para cantar Bach de nuevo. Además, preparo ilusionado junto a El Triunfo de Ariadna la grabación del primer CD del grupo.
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