La flautista Elisabet Franch es un caso atípico en el mundo de la música clásica. Pese a su temprana vocación, empezó con su instrumento a una edad relativamente tardía y lo compaginó con otros estudios hasta que su evidente talento la llevó a la profesionalización.
Además, en lugar de hacer primero carrera en casa para luego dar el salto internacional, consiguió plaza en la Orchestra dell’Accademia de La Scala de Milán nada más acabar sus estudios. Ahora, ha vuelto a residir en su Sant Cugat natal, mientras recibe ofertas para colaborar con orquestas y empieza a desarrollar proyectos como solista, como la grabación de su primer disco, “Gypsy Airs” (que se puede comprar vía web gypsyairscd@gmail.com o escucharse en Spotify).
Elisabet se está preparando para actuar próximamente en Brasil y en el Carnegie Hall de Nueva York, donde interpretará piezas del disco. Así nos ha explicado cómo ha evolucionado su carrera hasta llegar al brillante momento actual.
Barcelona Clásica: ¿Cómo fueron tus inicios con la música?
Elisabet Franch: Empecé en mi ciudad, Sant Cugat, a los siete años. Mis padres me dejaron probar un poco de todo: ballet, música… Y yo veía que la música me gustaba mucho y que tenía facilidad para aprender varios instrumentos. De hecho, tocaba el piano y el violín. Luego, con los años, cambié el violín por la viola.
Elisabet Franch: Empecé en mi ciudad, Sant Cugat, a los siete años. Mis padres me dejaron probar un poco de todo: ballet, música… Y yo veía que la música me gustaba mucho y que tenía facilidad para aprender varios instrumentos. De hecho, tocaba el piano y el violín. Luego, con los años, cambié el violín por la viola.
B.C. ¿Y cómo llegaste a la flauta?
E.F. Fue a los 12 años. En la escuela de música, oía la flauta en la clase de al lado y me gustaba tanto que quise aprender. Es verdad que era relativamente mayor para empezar con un instrumento, pero también tenía más nivel musical y creo que eso ayudó. En un piano, tocas la tecla y la música suena. Con la flauta, no es tan fácil.
E.F. Fue a los 12 años. En la escuela de música, oía la flauta en la clase de al lado y me gustaba tanto que quise aprender. Es verdad que era relativamente mayor para empezar con un instrumento, pero también tenía más nivel musical y creo que eso ayudó. En un piano, tocas la tecla y la música suena. Con la flauta, no es tan fácil.
B.C. ¿Fue entonces cuando decidiste que querías ser músico profesional?
E.F. En realidad, no. Lo decidí mucho más tarde. De hecho, llegué a estudiar un curso de Comunicación Audiovisual en la universidad, aunque lo acabé cambiando por los estudios superiores en la ESMUC. Y allí compaginé flauta y viola porque, aunque a mí me gustaba mucho la flauta, en las orquestas juveniles siempre me hacían tocar la viola: flautas solo suele haber dos y, en cambio, una orquesta necesita más violas. Y hay más estudiantes de flauta que de viola.
E.F. En realidad, no. Lo decidí mucho más tarde. De hecho, llegué a estudiar un curso de Comunicación Audiovisual en la universidad, aunque lo acabé cambiando por los estudios superiores en la ESMUC. Y allí compaginé flauta y viola porque, aunque a mí me gustaba mucho la flauta, en las orquestas juveniles siempre me hacían tocar la viola: flautas solo suele haber dos y, en cambio, una orquesta necesita más violas. Y hay más estudiantes de flauta que de viola.
B.C. Tras la ESMUC, te marchaste a París para estudiar en el Conservatoire National. ¿Qué supuso para ti esta etapa?
E.F. Me permitió comparar mi nivel con el nivel que se exige a un profesional, y esto resultó fundamental para que decidiera especializarme en la flauta. No fue fácil: tuve que estudiar muchísimo y el hecho de vivir en el extranjero me hizo crecer mucho como persona.
E.F. Me permitió comparar mi nivel con el nivel que se exige a un profesional, y esto resultó fundamental para que decidiera especializarme en la flauta. No fue fácil: tuve que estudiar muchísimo y el hecho de vivir en el extranjero me hizo crecer mucho como persona.
B.C. Pero todo tiene su recompensa… Tras París, te esperaba la Scala de Milán…
E.F. Cuando estaba a punto de acabar los estudios en París, me empecé a preparar para concursos y audiciones. Una de las primeras fue para la Academia de la Scala de Milán, a la que me presenté sin ninguna expectativa. En realidad, fui para que me dijeran que no, por aquello de que cuantas más negativas tengas, más pronto conseguirás un sí en algún sitio. Pero acabé logrando un contrato de dos años. ¡Al cabo de 15 días tenía que irme de gira con ellos a tocar a Rusia, en el Bolshoi! ¡Y todavía había de acabar la carrera!
E.F. Cuando estaba a punto de acabar los estudios en París, me empecé a preparar para concursos y audiciones. Una de las primeras fue para la Academia de la Scala de Milán, a la que me presenté sin ninguna expectativa. En realidad, fui para que me dijeran que no, por aquello de que cuantas más negativas tengas, más pronto conseguirás un sí en algún sitio. Pero acabé logrando un contrato de dos años. ¡Al cabo de 15 días tenía que irme de gira con ellos a tocar a Rusia, en el Bolshoi! ¡Y todavía había de acabar la carrera!
B.C. ¿Qué es lo que más te impactó de tu etapa en la Scala de Milán?
E.F. El primer concierto fue muy emocionante, tanto que no pude evitar echarme a llorar. Tocábamos un programa de arias de ópera en una gira por Rusia, Viena y Holanda. Y, de todos los directores que pasaron, quizás el que mejor recuerdo fue Gustavo Dudamel. Me impactó su energía. En los ensayos, es muy exigente, pero también muy amable.
E.F. El primer concierto fue muy emocionante, tanto que no pude evitar echarme a llorar. Tocábamos un programa de arias de ópera en una gira por Rusia, Viena y Holanda. Y, de todos los directores que pasaron, quizás el que mejor recuerdo fue Gustavo Dudamel. Me impactó su energía. En los ensayos, es muy exigente, pero también muy amable.
B.C. ¿Qué hiciste al acabar tu contrato con la Scala?
E.F. Me presenté a una audición en Portugal, para la orquesta de la capitalidad cultural de Guimaraes, y estuve un año allí. Pero me seguían llamando desde Milán para colaboraciones esporádicas. Y un poco más tarde, en 2014, me invitaron a la orquesta sinfónica de Haifa, de Israel, para una gira por Estados Unidos. ¡Fueron 39 conciertos en dos meses! Después, volví a Sant Cugat, donde actualmente vivo y desde donde continuo con mis colaboraciones con orquestas.
E.F. Me presenté a una audición en Portugal, para la orquesta de la capitalidad cultural de Guimaraes, y estuve un año allí. Pero me seguían llamando desde Milán para colaboraciones esporádicas. Y un poco más tarde, en 2014, me invitaron a la orquesta sinfónica de Haifa, de Israel, para una gira por Estados Unidos. ¡Fueron 39 conciertos en dos meses! Después, volví a Sant Cugat, donde actualmente vivo y desde donde continuo con mis colaboraciones con orquestas.
B.C. ¿Cuándo empezaste a plantearte la evolución de músico orquestal a solista?
E.F. En realidad, yo nunca me vi como solista. Pero empezaron a pasar cosas que me llevaron hacia allí y ahora me lo estoy pensando seriamente, sobre todo porque el vínculo que se establece con el público es muy especial. Personas que me han visto actuar me han dicho: “Respirábamos contigo”. Es un instrumento que implica concentración a muchos niveles. Quizás una de las más importantes fue ganar en el año 2013 el Concurso Domenico Cimarosa, una de las pocas convocatorias internacionales exclusivamente dedicadas a la flauta. Conseguí por unanimidad el primer premio y toqué como solista, por primera vez en Europa, en un concierto con orquesta. También ese año, Sir James Galway, uno de los mejores solistas de flauta de la historia y uno de los músicos que más admiro, me regaló una boquilla de oro y platino como “Rising Star” en una convocatoria anual para flautistas en Suiza. Es una réplica de la suya y es la que uso actualmente.
B.C. ¿Cómo surge la idea de grabar un disco como solista?
E.F. Fue a raíz de ganar el Concurso Internacional de Música de Les Corts en 2015, en el que uno de los premios es la grabación de un disco. “Aires Gitanos” de Sarasate fue una de las piezas que toqué. Además, cuando busqué la palabra “gitano” en el diccionario, leí: “Miembro de una raza que viaja constantemente”. Y pensé: “¡Pues yo debo de ser muy gitana!” Me identifiqué tanto con el término que decidí que le diera nombre al disco.
B.C. ¿Qué otras piezas has incluido en el disco?
E.F. Hay dos piezas francesas, en recuerdo a mis años en París, y otras dos italianas, por la etapa en Milán. De Sarasate, además de “Aires Gitanos”, está la “Fantasía” sobre el tema “Carmen”. Y lo he completado con tres piezas de Khachaturian, que James Galway, que tan importante ha sido para mí, editó y versionó para flauta. Galway fue solista de la Filarmónica de Berlín y con Karajan… y lo dejó para hacer carrera en solitario.
B.C. ¿Cuáles son tus próximos proyectos?
E.F. Estoy preparándome para ir a Brasil, al 2º Curso Internacional de flautistas de Bauru, al que me han invitado para dar un concierto, presentar el disco e impartir una masterclass. Y el 1 de mayo debuto en el Carnegie Hall de Nueva York, tras haber ganado el primer premio y distinción del jurado en International Woodwinds and Brass Competition American Protégé. Debutaré junto con el pianista Josep Buforn, que también me acompañó en el Concurso Internacional de Música de Les Corts y en la grabación del disco. De hecho, tengo previsto que el repertorio de Nueva York sean piezas de “Gypsy Air”.
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