Barcelona Clásica: La accidentada historia de "María Stuarda"

jueves, 1 de enero de 2015

La accidentada historia de "María Stuarda"

Habitualmente, nuestras reseñas sobre espectáculos en cartel se publicarán antes del evento en cuestión. Cuando tratemos de las óperas del Liceu, lo haremos antes de la primera función. Pero, como se ha querido hacer coincidir la puesta en funcionamiento del blog con el inicio de 2015, ocurre que llevamos ya varias representaciones de María Stuarda.

De todas maneras, nuestra introducción a la obra puede servir de reseña previa a los que todavía no han ido a ver la obra o como recordatorio a los afortunados que sí lo han hecho. La historia es suficientemente enrevesada como para mantener el interés.

Donizetti empezó a escribir la obra en 1834 y la estrenó en La Scala de Milán en enero de 1836.  Desde el principio, sufrió un sinfín de contrariedades, pese a que entonces era un compositor muy respetado por sus éxitos. Giorgio Migliavacca dice de él que era el único de su época que podía permitirse elegir los argumentos de sus obras. Quizás por eso, por reclamar independencia creativa frente a los empresarios de los teatros, Donizetti se encaprichó de un drama del romántico alemán Friedrich Schiller que vio en Milán en 1831 y decidió utilizarla para una ópera suya. 

Empezó enfrentándose con su libretista habitual, quien se negó a repetir argumento sobre los Tudor tras haber hecho el libreto de una ópera anterior, Anna Bolena. Donizetti lo resolvió recurriendo a un joven, Giuseppe Bardari, cuyo trabajo fue su primera y última aventura operística. 
 
Después, tuvo que vérselas con la censura. Al principio, la obra tenía que estrenarse en Nápoles, pero el rey Fernando II de Dos Sicilias la prohibió. Se dice que su mujer, la reina María Cristina, apodada “la Santa”, asistió un ensayo y se sintió escandalizada por la puesta en escena de una confesión religiosa, algo tabú en la época, y por la incontinencia verbal de la Estuarda en el momento culminante (“fliglia impura di Bolena…”). Donizetti consiguió finalmente estrenar la ópera en Milán, fuera de la jurisdicción de los reyes de Nápoles, pero la censura eclesiástica siguió con la mosca detrás de la oreja y acabó propiciando la prohibición final, tras solo seis representaciones.

Para colmo de males, la soprano que tenía que protagonizar el estreno en La Scala, María Malibran, una gran estrella en aquel momento, enfermó. Pese a encontrarse lejos de su mejor forma vocal, insistió en cantar María Stuarda. Suponemos que el resultado, en una obra belcantista, en la que los agudos y los trinos son fundamentales, dejó bastante que desear. 

El público acogió la ópera con frialdad y, cuando la censura la prohibió, nadie la echó de menos. Hubo todavía algunas pocas representaciones en teatros europeos –una de ellas, en Barcelona, en 1847-, pero la obra quedó olvidada hasta que a mediados del siglo XX se empezaron a realizar algunos montajes en teatros internacionales. 

En los años 80, se descubrió una partitura original, y esto, unido a que varias sopranos de primer nivel incorporaron la obra a su repertorio, dio a esta ópera una popularidad que nunca en la historia ha tenido.

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